Una lección de Marilyn Horne
Esta semana, dando clases a un alumno, recordé una anécdota que me dejó una gran enseñanza. En el año 1996 se presentó sorpresivamente en el Teatro Colón la cantante Marilyn Horne. Era la primera vez que actuaba en Argentina, luego de haber realizado una importantísima carrera en escenarios operísticos de todo el mundo, y contaba con más de 60 años de edad, por lo tanto las expectativas puestas en su recital eran muchas. Fuimos a verla con mi profesor de canto, amigos y conocidos, entre ellos un famoso cantante del Colón. El aplauso cuando Horne entró al escenario fue impresionante, larguísimo… pensé: ¡qué presión para un cantante recibir un aplauso interminable antes de empezar a cantar! Cuando el público enardecido se calmó la cantante desarrolló la primera parte de su concierto interpretando obras de cámara (era un concierto de canto y piano). Al finalizar esta parte hubo un intervalo, en el que nos juntamos en el hall a charlar sobre el concierto. Yo era el neófito así que prefería no opinar, el resto de los presentes estaban muy desilusionados con la actuación de la cantante. Decían: “es una voz chica para el Colón”, “no es lo que parecía en las grabaciones…”, “ya está en decadencia”, “es una sombra de lo que fue”. Sinceramente, me había gustado mucho el concierto hasta ese momento, pero me quedé callado. Nos ubicamos para la segunda parte del concierto y lo que sucedió fue realmente sorpresivo. Ya en la primera obra Marilyn Horne pareció crecer y se convirtió, de pronto, en otra cantante. Desde ese momento y hasta el final del recital presenciamos una exhibición de potencia vocal, energía, desborde, pasión… El público estaba boquiabierto. En el último bis la gente de los palcos lanzaba rosas, que llenaron el escenario. Y allí estaba Marilyn Horne, impávida, enseñándonos la clásica y repetida máxima del canto: “cantar con el interés, no con el capital”. Había guardado sus energías durante la primera parte del concierto para mostrar quién era solo cuando fue necesario, dejando al público argentino rendido a sus pies.