Enseñar

Mi primera maestra de canto fue Alejandra Mereb. Ella actualmente dirige un importante instituto de música en Tenerife. Todavía recuerdo la primera clase, mi ansiedad, y especialmente lo que sentí al salir del aula: felicidad, asombro... ¡Mientras caminaba de regreso a casa tenía ganas de dar la vuelta y ya tomar la segunda clase! Cada semana era encontrarme con mi respiración, mi cuerpo, la música, las emociones y también mis propios límites. Lo que siempre me esperaba al llegar al aula era la sonrisa de Alejandra. Unos años después, cuando se presentó la disyuntiva de qué estudios seguir, y mientras caminaba meditando cuál sería mi profesión, sucedió algo sorpresivo. Tuve que detenerme, no sé de dónde llegó esa certeza que me dejó perplejo, sin poder moverme. Así de mágico fue el momento en el que decidí ser maestro de canto. No sabía cómo llevarlo a cabo, no estaba aún preparado, ni musicalmente ni como cantante, casi no tenía experiencia en el escenario. Lo único que pensaba era que quería compartir la alegría de cada clase y que necesitaba devolver lo que mi maestra de canto me había dado. Los medios técnicos y la teoría musical llegaron mucho después, mientras tanto Alejandra me pasó a dos de sus alumnos para que empezara a enseñarles, los gemelos Martín y Facundo, mis primeros alumnos. Allí aparecieron los sentimientos que considero debe tener un maestro hacia sus alumnos: respeto y responsabilidad. Eso me llevó a intensificar mi propia formación como cantante, músico y artista, nunca dejé de prepararme y estudiar, nunca abandoné mi búsqueda. En mi experiencia docente comprobé que el canto no es innato y todavía me es difícil desarraigar en mis alumnos el concepto recalcitrante y arcaico de que el canto es un don. Todos tenemos el canto y podemos desarrollarlo, la voz es nuestra y nadie puede decirnos que no se puede, la voz es un medio de comunicación y la manera de llegar a algo más profundo: el autoconocimiento. Lo que más me sorprende y agradezco del camino que emprendí en la enseñanza es que ya varios de mis alumnos son profesores de canto. ¡El ciclo recomienza y parece ser inagotable!